Es importante que sepamos que cada postura deja rastro en nuestra columna vertebral. Aunque podamos creer que nuestra columna reposa cuando estamos sentados, la presión intradiscal es menor, por lo que el reparto de presiones resulta más equilibrado cuando nos encontramos de pie (figura 1).
Siempre hemos escuchado lo bueno que es trabajar la bisagra de la cadera y por qué la sentadilla es el ejercicio funcional por excelencia. Si flexionamos la columna lumbar, incrementaremos considerablemente la presión interna en nuestros discos de la zona lumbar (figura 2).
Al sentarnos, nuestra musculatura postural deja de tener la misma actividad que al estar de pie. Esto incide sobre nuestros discos intervertebrales, especialmente si realizamos una flexión de tronco (figuras 3 y 4). Ya os he hablado en ocasiones anteriores de los problemas de permanecer mucho tiempo sentados.
Por otro lado, cuando nos levantamos por la mañana, después de haberles permitido un merecido descanso recuperando su forma y estructura inicial, podemos dar unos centímetros más de talla que al acostarnos. Es como cuando nos sentamos sobre un cojín que, aunque parezca más delgado, al levantarte recupera poco a poco su forma habitual (figura 5).
También podéis sentir la agradable sensación de liberar nuestros discos intervertebrales de toda presión, probando una plataforma inversora, aunque existen muchas otras opciones para poder disfrutar de los beneficios de una posición invertida (figura 6).
En definitiva, debemos emplear la musculatura postural de manera eficiente para encontrar una postura alineada que nos permita mantener en verticalidad nuestra estructura ósea con el mínimo esfuerzo. Además, la convivencia con la gravedad nos exige una renovación permanente en la organización postural y el equilibrio. Esto es un proceso dinámico, no estático, que se aprende.
Consulta con tu entrenador personal, cuáles son los ejercicios que más se ajustan a ti, y cómo debes ejecutarlos. Recuerda que más vale calidad que cantidad… ¡ Es tu salud !