A día de hoy, todavía existen personas que practican ejercicio aeróbico con una gran cantidad de ropa encima, porque creen que sudar adelgaza. Incluso los hay que llevan bolsas plásticas con el fin de una mayor sudoración durante el ejercicio
¡Gran error!
Cuando nos abrigamos en exceso para una práctica deportiva, nuestro cuerpo pierde más agua de lo que es habitual. Por lo tanto, el rendimiento baja de manera abismal llegando antes a una situación de fatiga que reducirá el tiempo y la intensidad del entrenamiento.
El agua juega un papel fundamental en nuestra salud y en el rendimiento físico, puesto que regula la temperatura corporal, transporta Nutrientes y Oxígeno a todas las células de nuestro organismo, y conforma el 92% de nuestra sangre (entre otras cosas). Una sudoración excesiva produce un aumento en la deshidratación del organismo, y por lo tanto aumenta el riesgo de sufrir mareos, cefaleas, aturdimiento…
El gasto calórico y por lo tanto la quema de grasa, se produce en mayor medida cuando sometemos a nuestro cuerpo a ambientes fríos. Nuestro organismo quema grasas al mantenerse en torno a los 36ºC. Cuánto más frío haga en el ambiente, más difícil es alcanzar esta temperatura, y por ende más adaptaciones tendrá que generar nuestro organismo, favoreciendo así el consumo de las reservas de grasa.
Cuándo elevamos la temperatura corporal más de lo habitual (por ejemplo abrigándonos en exceso), nuestro cuerpo tiende a consumir fuentes de energía rápidas como es el glucógeno muscular, y no así las fuentes de energía de reserva (grasas)
Si no nos abrigamos mucho, nuestro cuerpo perderá menos líquidos por sudoración y por lo tanto nuestro rendimiento será mayor, la fatiga tardará más tiempo en aparecer, y favoreceremos así a una pérdida más rápida y efectiva de las grasas.