Sin duda hoy en día está en auge el pensamiento positivo, que se basa en la creencia que solo siendo positivos atraeremos cosas buenas, alcanzaremos el éxito e incluso tendremos mejor salud. No es malo ser positivos, pero podemos llegar a sentirnos forzados a sentirnos siempre así o pensar que de ello depende toda nuestra vida.
Al final, acabamos considerándonos los únicos responsables de nuestro malestar, ya sea emocional o físico, rechazando cualquier otra causa. En el ámbito de la salud, esto puede resultar incluso peligroso, si no recibimos el tratamiento adecuado.
Por otro lado, el tratar de ser felices ante cualquier situación, conlleva a reprimir nuestra emociones negativas, y éstas también son necesarias.
Saber gestionar todas nuestras emociones
Somos seres humanos y por eso contamos con un gran abanico de emociones, lo que no es malo. Además de las emociones como la alegría, la ilusión o la confianza, también están las negativas como la tristeza, la desilusión o el miedo. Hasta existen algunas más neutras como la indiferencia. Si siempre somos positivos, estamos anulando el resto de emociones.
Debemos aprender a aceptar y gestionar nuestras emociones negativas. Tenemos que ser capaces de adaptarnos a las adversidades que puedan surgir, porque de lo contrario podemos caer en desequilibrios emocionales que desenvoquen en ansiedad o depresión.
Así mismo, tan fundamental para nuestra salud mental es saber regular las emociones negativas, como las positivas. Debemos aprender adaptar nuestras emociones, en vez de negar unas en beneficio de otras.
En definitiva, lo ideal es que seamos positivos basándonos en nuestra vida concreta y específica, para cambiar cualquier aspecto que nos ayude a alcanzar metas realistas.
Debemos aprender a gestionar emociones positivas y negativas para conseguir un equilibrio mental.