Existen patologías tan frecuentes que se diagnostican sin visitar al fisioterapeuta o al traumatólogo. Es el caso del síndrome del piramidal o “falsa ciática”.
El piramidal o piriforme es el conjunto de fibras musculares de nuestra pelvis que nacen en la cara antero-externa del sacro y se introducen a nivel de trocánter mayor del fémur, cubriéndolas nuestro glúteo mayor. La dolencia de este músculo habitualmente se confunde con una ciática, ya que al contracturarse sufrir un espasmo, comprime nuestro nervio ciático. Por tanto, los síntomas son similares a los de la ciática, siendo el dolor el más importante. Este se da tanto en la palpación, como en una zancada máxima o al ponerse en cuclilla. A veces también irradia hacia la parte posterior del muslo hasta la rodilla y, con menos frecuencia, hasta el pie.
¿En qué se diferencia el síndrome piramidal de una falsa ciática?
Aunque existen métodos para distinguir un síndrome de otro, en la mayoría de las ocasiones el diagnostico se hace a partir de la historia clínica del paciente. De esta manera, el piramidal se da por sobrecarga a diferencia de la ciática y, por tanto, se identifica con deportistas en los siguientes casos:
- Mala ejecución de la actividad: Calentamiento incorrecto, estiramientos insuficientes, habituales entrenamientos de alta intensidad, etcétera.
- Corredores de “fin de semana”: No corren durante la semana y el fin de semana realizan un esfuerzo inusual.
- Calzado inadecuado: No se adapta a la pisada.
- Actividad laboral sedentaria: Sentados durante muchas horas incorrectamente.
Sin dejamos a un lado los deportistas, también existe un grupo de pacientes con esta patología:
- Con traumatismos en pelvis o glúteo, que provoca inflamación.
- Con artoplastia de cadera.
- Con sobrepeso.
¿Cómo se trata el síndrome del piramidal?
Este síndrome es una contractura de la musculatura rotadora externa y abductora de cadera, por lo que su tratamiento debe ser devolverlo a su posición original con fisioterapia (ultrasonido, magnetoterápia, hipertermia, masoterapia, etcétera) y estiramientos por parte del paciente.
Sin embargo, ya sabemos que no hay mejor tratamiento que la prevención: un adecuado calentamiento al principio, unos correctos estiramientos al final y la visita al fisioterapeuta cada uno o dos meses.
Por otro lado, el reposo prolongado no es aconsejable porque no elimina a molestia y vuelve con el esfuerzo. Sí se puede hacer un reposo activo, bajando la duración e intensidad del entrenamiento.
La prevención es el tratamiento más eficaz y económico.