Aunque masticar chicle puede tener ciertos beneficios, es necesario ver cómo afecta a nuestra mandíbula. Esta simple acción le influye no sólo en el momento de realizarla, sino que produce una serie de efectos a otros niveles que suelen pasar desapercibidos.
Cómo afecta a nuestra mandibula
Masticar chicle no es un simple hábito, al menos no para nuestra mandíbula. Cuando masticamos chicle, los músculos que forman la mandíbula se activan, al mismo tiempo que sus huesos se ponen en movimiento. De esta manera, podemos realizar la acción de masticar, pero en exceso puede acarrearnos más problemas de lo que pensamos.
Al igual que el resto de las partes del cuerpo, nuestra mandíbula debe descansar de sesiones de alto trabajo, como puede ser masticar chicle. Por eso, no debemos hacerlo constantemente, ya que una sobre carga en esta zona, puede provocarnos dolor y rigidez. ¿Y qué ocurre mientras tanto con los huesos y articulaciones de la mandíbula? Si unimos este alto trabajo a la tensión que genera masticar, puede producirse un desgaste y llegar a padecer problemas de huesos y dolores articulares en esta zona de la cabeza.
En definitiva, no podemos masticar chicle de forma cotidiana. Sí lo podemos hacer de vez en cuando, convirtiéndose así en un ejercicio adecuado para mantener fuertes y sanos los músculos y articulaciones de nuestra mandíbula.
Debemos masticar chicle de forma espóradica y, por supuesto, sin azúcar.